Estos días los estudiantes vuelven a los colegios y no puedo evitar ponerme un poco nostálgica pensando en que este año no podré disfrutar de incomparables placeres como expulsar a los alumnos del aula, sentirme poderosa diciéndoles lo que tienen que hacer o demostrarles lo mucho que sé sobre asuntos que no les servirán para nada en la vida.
En realidad, trabajar en educación muchas veces constituye una excelente ocasión para comprobar la mala educación de aquellos que dicen ser especialistas en enseñar valores a los estudiantes, como si los estudiantes fueran estúpidos. Me imagino que esto ocurre en muchas partes del mundo, pero yo sí que lo he experimentado aquí.
En primer lugar, me parece una aberración que se les enseñe a los estudiantes que llevar el uniforme completo, sin trasgredir el estilismo de la institución ni en el color de los calcetines, es un hábito que, supuestamente, los va a preparar para las exigencias de la vida social y las buenas costumbres, para la cual por supuesto necesitan respetar ciertas normas de imagen. Lo considero aún más absurdo cuando al mismo tiempo a las chicas se les permite llevar falditas de longitudes ínfimas que muestran el pliegue que separa las piernas de las nalgas, pero es que al fin y al cabo la falda la compraron en el colegio y el responsable del negocio ya ganó su buen dinero, ¿a quién le importa que la mitad de la prenda haya acabado en la basura y el resto se haya convertido en algo así como un taparrabos?: A nadie. Ellas pueden aprender también con el culo fuera, ya que el cerebro no está en el culo. Aunque en algunos casos esto no esté tan claro.
No menos absurdo es que se expulse del aula a un estudiante por llevar un pendiente en la oreja, en la lengua o en la ceja, pero que si ese mismo alumno agrede verbalmente a un profesor o a un compañero, pueda permanecer en ella con relativa tranquilidad y contar después su proeza a todo el que la quiera escuchar, jactándose además de que “no le pasó nada”. Es alentador que se castigue lo inocuo y se pase de largo ante lo que no lo es.
No me parece muy educativo que el director entre a las aulas a enseñar a los alumnos el significado de conceptos como respeto, educación y “buenas maneras” cuando diez minutos antes ha estado levantando la voz al profesor en presencia de los estudiantes o haciéndole comentarios irónicos poniendo en duda su capacidad o sus decisiones. Aún así seguirá tratando a los alumnos como si fueran estúpidos y no supieran detectar la hipocresía.
Es bastante desalentador que se pretenda borrar cualquier rastro de creatividad por parte de profesores o alumnos, o que ésta se la limite a momentos y actos especiales, ya que ser demasiado creativo o simplemente diferente puede ser un foco de subversión que cree problemas a la institución, cuando en realidad el colegio debería ayudar a todo el que trabaja o estudia en él a expresarse con libertad y poner en práctica sus cualidades y habilidades.
Y analizando lo que hay detrás del telón, lo que muchos estudiantes no ven, pero que algunos observadores intuyen…esto a veces es un simple negocio, donde se paga el sueldo del profesor con las mensualidades de sólo dos o tres de los cientos de alumnos que mantienen económicamente el colegio, lo cual no impide que al profesor le paguen tarde. Aún cuando se exige a las familias ser puntuales en soltar el dinero, bajo educadas amenazas de expulsar del aula a sus hijos hasta que se pongan al día en sus deudas. En este negocio se evaden impuestos, se falsean datos y se estafa si es necesario, mientras tanto se les enseña honestidad a los alumnos. En este negocio se premia a los profesores que no cumplen bien con su trabajo, que llegan tarde a clase, que dan ejercicios a los alumnos para mantenerlos entretenidos y poder corregir exámenes de otros cursos en el aula. Se los premia siempre y cuando no tengan la osadía de dar la cara para discrepar de las inconsecuencias y los incumplimientos. Está prohibido comportarse como un ser libre pensante en forma explícita. Está muy mal visto tener confianza en sí mismo. Es un atrevimiento tener dignidad. Y si la tienes, procura que no se te note. En definitiva, para triunfar en el negocio, debes comportarte como la perfecta antítesis de todo aquello que dices que estás “enseñando”.
Aquí he aprendido que vender educación es como vender sandías sin agujero. Si por fuera tienen buena pinta puedes decir alegremente que están dulces y siempre habrá quien las compre. Al que las vende no le interesa como están por dentro, sino que se las paguen. Por supuesto no siempre es así, pero sí que he tenido el placer de conocer muy de cerca esta clase de circos, que se alejan mucho del ideal de educación que aún hoy sigo teniendo.
Conozco algunos estudiantes mucho más capacitados en cuestión de valores que quienes les enseñan. Y he llegado a una conclusión más o menos clara a través de todas estas experiencias: cuando vayas a un colegio, observa el estado del mobiliario: si los estudiantes lo han destrozado, es que se maneja como un negocio. Si los alumnos lo han mantenido en un estado relativamente aceptable, es porque de verdad es un colegio.
Hola:
ResponderEliminarYo también soy profe, pero aquí en España. Muchas de las cosas que dices también pasan en mi trabajo. Prima que el niño pague el dinerito a mi jefe que va a comisión, cuantos más niños mas pasta. Si por caualidad algún niño se queja de algo, él va a hacerles la pelota. Todo para que no se vayan y entre más pasta en sus arcas.
Lo que tu dices muy bien, detrás hay un negocio. Hay mentiras disfrazadas que enriquecen a unos pocos.
Un saludo.