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miércoles, 7 de diciembre de 2011

MANUAL DE LA SIESTA


Siempre me han interesado mucho las culturas ancestrales y las costumbres primitivas, así que me emociono sin remedio cuando me paro a pensar que yo misma soy heredera de uno de los rituales más emblemáticos del ser humano del sur de España: la siesta.

A mí me importa un carajo que a los andaluces nos llamen flojos, no sé cómo no se le cae la cara de vergüenza al que nos dice eso mientras una estalactita le pende de las narices. A ver si tiene lo que se necesita para desplazar su cuerpo a alguna parte a las 3 de la tarde con 40ºC. Es muy fácil criticar cuando no se tiene ni idea de lo que es un viento solar. Pero bueno, que digan lo que quieran, yo vengo a hacer apología de la siesta.

En el lugar donde vivo ahora la situación térmica es más o menos la misma, yo diría que incluso peor debido a la humedad, y como me suelo levantar a trabajar a las 5.30 am (que es cuando amanece), a la 1 pm (hora del almuerzo) ya estoy dando las boqueadas y el sopor me invade. Por eso todos los días procuro perpetrar una siesta al más puro estilo sevillano, resistiéndome así a que la tradición muera y realizando una inestimable contribución a la perpetuación de mi sagrada cultura.

Mi siesta consiste en un ritual minuciosamente planificado que describiré a continuación, por si otras personas se deciden a abrazar esta sana costumbre aborigen:

- FASE PREPARATORIA: Antes de una buena siesta es imprescindible un buen almuerzo. En realidad no importa qué se coma, solo que esté rico y aporte una profunda sensación de pesadez. Para ahorrar tiempo sin perderse nada, es aconsejable servir el plato justo cuando están empezando los informativos (así la primera mitad de las noticias las ves comiendo y tienes muchas posibilidades de ver toda la segunda mitad tirada en la cama, si es que la consciencia te dura media hora más). De todo ello se deduce que para que una siesta sea absolutamente placentera es indispensable un televisor en el cuarto.

- FASE HORIZONTAL CONSCIENTE: Es crucial para alcanzar un excelente resultado final. Se puede ingresar a esta fase solo si se han atesorado con anterioridad  los siguientes dispositivos: mando de la tele, mando del aire acondicionado, paquete de tabaco, mechero, cenicero, móvil y botellita de agua. Ambos mandos deben estar sobre la cama, junto a nosotros o sobre nosotros (si nos descuidamos más tarde seguramente estarán debajo de nosotros). El paquete de tabaco, el mechero y el cenicero deben estar en principio sobre la zona abdominal , y el móvil (que servirá únicamente como reloj y/o despertador, porque ningún adepto a la siesta se junta con gente a la que se le ocurra llamarlo a esa hora) y la botellita de agua sobre la mesilla. Algo que también es muy aconsejable en esta fase y en las siguientes es tener un gato a un lado, sobre todo si no suelta mucho pelo.
Inicialmente se debe regular bien la temperatura del aire y bajar un poco el volumen de la tele, previniendo futuras interrupciones del sueño. Fumar un cigarrito es muy relajante, pero ojo, no se duerma antes de pasar a la mesilla por lo menos el cenicero. Aleje el mando del aire acondicionado unos 20 cm (se lo puede clavar por cualquier sitio) y beba un buen sorbo de agua después del cigarro, es muy sano. Una vez seguidos todos los pasos anteriores, usted está ya a punto de caramelo: póngase de lado, aférrese al mando de la tele, pegue el gato a su cuerpo y si tiene gafas y no ve de lejos sin ellas, pero quiere seguir disfrutando de las noticias, no se moleste en sacárselas: aunque parezca mentira usted podrá dormir 2 horas con ellas puestas sin romperlas ni fracturarse la nariz o las orejas, y si no usted mismo las pondrá en la mesilla sin saber ni cómo. Justo en este punto es cuando usted empezará a sentirse flotar, confundirá el sueño con la realidad y el run-run de la tele emitirá unas vibraciones tan relajantes que lo conducirán directamente a la desconexión total.

- FASE HORIZONTAL INCONSCIENTE: En esta fase usted muy probablemente trasladará a su mundo onírico todo lo que lo jode en su mundo físico. En sus sueños verá, oirá y hasta olerá a todo aquel que le amarga la vida habitualmente. Pero esto no ocurre siempre: hay casos excepcionales en los que algunas personas ha experimentado agradables sensaciones, han vivido aventuras trepidantes o incluso han tenido sueños eróticos con sus jefes o vecinos. No tema, su experiencia puede ser maravillosa. Durante este misterioso viaje es muy común que las bragas (o calzoncillos) se le metan por la raja del culo: no se preocupe. También es común babear la almohada y mojarse todo el cachete. Si usted está con el gato no tenga miedo, es increíble pero nunca muere aplastado.

- FASE DE RESOLUCIÓN: Este es el momento en que, ya sea por el despertador del móvil o por su reloj biológico, usted vuelve al mundo físico. En este punto sentirá un agradable frescor en su cara: es saliva. Límpiese, no pasa nada. Volverá a ser consciente del run-run de la tele y se dará cuenta de que su siesta ha durado dos programas. Verá al gato vivo a su lado. Y sentirá que no hay nada peor que la  verticalidad, sobre todo porque le espera otra tarde de trabajo. Cuando se mire al espejo, verá en su cara las inconfundibles marcas del siestero de pro: los bordados de la colcha, las arrugas de la sábana y con suerte, los botones del mando a distancia, le pondrán su inequívoco sello a esta experiencia.

Las marcas que lo definen como practicante de la siesta solo duran unos minutos. Por tanto, si usted quiere que el sello de su cultura no desaparezca, duerma todos los días la siesta y procure recibir visitas justo cuando se levante, para así reivindicar con orgullo su sana costumbre aborigen.

lunes, 5 de diciembre de 2011

COSAS QUE NADIE ME DIJO


Reactivo mi desconcertante blog en este momento de suprema inspiración inspirada (la ocasión es tan sublime que la redundancia se justifica) por los acontecimientos que me rodean últimamente (no sé si eso de rodear es suficiente, creo que la palabra “atacar” es mucho más adecuada).
Me estoy dando cuenta que hay un montón de cosas que nadie me dijo y que alguien debería haberme mencionado aunque fuera una sola vez, sobre todo cuando mi cerebro aún se encontraba en proceso de expansión y era posible introducirle un poco de relleno extra para que se quedara ahí metido a presión y no hubiera un dios que lo sacara. Por desgracia las fontanelas hace un buen rato que se me cerraron y ahora me toca joderme.
Por ejemplo, a mí nadie me dijo que eso de “hablando se entiende la gente” es bastante dudoso, porque hablando la gente también se insulta y se jode mutuamente más de lo que lo haría si mantuviese el pico cerrado. Tampoco me dijo nadie que eso de “todo tiene solución menos la muerte” es una gilipollez suprema, porque hay miles de cosas que tampoco tienen solución sin necesidad de estirar la pata.
En el colegio y en la universidad me tenían ya hasta las trancas de tanto escuchar sobre la evolución, pero nadie se atrevió a hablarme abiertamente y con propiedad sobre la evidente involución del cromosoma Y (cosa que me vi obligada a deducir al descubrir su escaso contenido en genes).  También me llenaron la cabeza hablándome de la igualdad entre sexos cuando yo no creo parecerme ni siquiera un poco a ningún hombre que haya tenido un centímetro de intimidad conmigo (los que se parecen a mi son gays, o están casados, o son mis amigos, o las tres cosas a la vez o dos de ellas, y es impensable que esos sean biológicamente hombres, son solo supra-hombres, aberraciones de la naturaleza que por desgracia nunca te caen en lo alto como lo hace una caca de paloma en el momento menos pensado).
Pero es que hay muchas más cosas que nadie me dijo y que yo debería haber sabido, como que en boca cerrada pueden entrar moscas por la nariz, por las orejas y hasta por el culo, que muerto el perro resucita y te jode la vida aún con más rabia, que en casa del herrero solo hay hierro, que cuanto más llores menos mamas, que más vale cientos de pájaros volando que uno cagándote en la mano, que si tienes que prevenir es que nada se puede curar, que no sirve para nada lo que requiere el uso de la maña o de la fuerza y que ni dios los cría ni ellos consiguen juntarse.
Pues yo reprocho a mis padres, a mis profesores y a todas esas personas que tenían la capacidad y obligación de decirme con tiempo estas cosas, por no habérmelas dicho. Pero como de vez en cuando tengo la extraña costumbre de pensar (siempre y cuando no tenga nada mejor que hacer), las he descubierto. Espero que no sea tarde, porque es mentira eso de que nunca es tarde si la dicha es buena. La dicha es de verdad buena cuando llega en el momento exacto en que la necesitas.

lunes, 15 de agosto de 2011

RETRATO DE UNA BANDADA DE BUITRES



Te voy a contar una cosa
Asquerosa y no es de coña:
Como los buitres se lanzan
A devorar la carroña.
Nosotros somos carroña,
Gente indefensa y honesta,
Los buitres son la poli,
Una escoria que apesta.
Cuando roban en tu casa
Te tienes que tragar dos robos:
El de los putos ladrones
Y el que te hacen estos pollos.
No interesan las huellas
Del ladrón en el espejo
Ni los genes del mojón
Que te ha dejado en el suelo.
No hacen fotos, no graban,
Ni toman huellas tampoco,
Vienen a pasear
haciendo bolas de mocos.
Y siguen haciendo bolas
Y rascándose la picha
Mientras no les des 100 pesos
Para que sigan las pistas.
Porque dicen que no tienen
Más que sus honorarios
Si quieres justicia ya sabes,
Impuesto revolucionario.
Aunque en este país el racismo
Es un delito penado
Si eres moreno y de pueblo
Te tratan como a un marrano.
Y para obligarte a que des
Aún más plata por abajo
Te amenazan finamente
Con mandarte ya al carajo.
Y esto lo hacen diciendo
Que si no apoyas su causa
Tu declaración muta o se esfuma
Como por arte de magia.
El problema de esta escoria
Sucia, asquerosa y lerda
Es creer que todo el mundo
Traga con esta mierda.
Estas ratas de cloaca
Que dicen defender al pueblo
Son ladrones de primera
Corruptos hasta los huevos.
Por eso este pobre país
Es rehén de la inmundicia,
Porque triunfa lo ilegal,
El abuso y la injusticia.
Me pregunto yo hasta cuando
Esta ley de la selva
Y cómo podremos salir
De esta soberana mierda.
Como detalle importante
Quiero preguntar algo:
¿Hasta cuándo aguantaremos
Obedientes y callados?.
Dedicado a cierto sector de la policía de este país, hasta el momento en que alguien me demuestre que me equivoco y se haga justicia.

viernes, 20 de mayo de 2011

LIMPIAR LA MUGRE

He hecho un sondeo profundo y he descubierto que muchas mujeres, cuando tienen problemas de pareja, se obsesionan por la limpieza. Es como si ese instinto freganchino,  oculto de forma consciente o inconsciente, emergiera de forma violenta cual grano purulento, tornándose incontrolable.

Me he preguntado, observándome atentamente y escuchando a mi legión de amigas frustradas e insatisfechas, por qué nos da por ahí. Y profundizando más allá de aquello de “es para intentar no pensar”, he llegado a algunas conclusiones reveladoras con las que creo muchas estarán de acuerdo. Y son las siguientes:

- Cuando decides a sacar las telarañas de todos los rincones de la casa, ya sean interiores o exteriores, es porque has decidido, de manera aparentemente irrevocable, recuperar tu yo original y genuino,  y has resuelto apartar de tu vida todo aquello que lo opaca y distorsiona. Cuando pasas el cepillo por aquellos lugares de difícil acceso, fantaseas con eliminar de tu vida esas cosas que soportas sin aún atreverte a creer que eres tú quien las permite. Cuando al fin la telaraña ha quedado adherida al cepillo y las arañas han huido despavoridas en busca de otro rincón, te regodeas al observar aquella esquina impoluta, despejada, como era el día que la conociste.

- Cuando te animas a coger la lija y eliminar con ella esas manchas difíciles, de cemento y pintura, a las que nunca prestaste atención anteriormente, es porque definitivamente te estás concienciando de lo graves que son algunas cosas que antes quisiste justificar. Pasas la lija por ellas compulsivamente y te felicitas cuando las ves desaparecer. Y entonces te preguntas por qué más allá de la limpieza casera no es tan sencillo eliminar esos pegotes inmundos que se interponen entre tu visión de la vida y tú.

- Cuando decides asir la escoba de manera enérgica y decidida, con el fin de eliminar las pelusas, la arena y las virutas dispersas por el suelo de tu casa, te sientes poderosa porque te ves a ti misma barriendo de tu vida ese montón de mierda con la que han traicionado tu confianza. Buscas lo inservible en los lugares más recónditos, en las esquinas olvidadas, en los rincones relegados. Retiras muebles, mueves cosas. Cada pelusa es una cabronada, cada bola de pelo es una putada, cada escombrillo es una decepción, cada grano de arroz reseco es una sorpresa desagradable. 

-Una vez barrido a fondo el inmueble, pasas a dar uso a la fregona. Es entonces cuando decides dar una capa de lustre a tu vida y te aventuras a impregnarla de un aroma a lavanda que opaque el hedor a rancio y a mediocre. En ese momento, hundes tu fregona en el espumoso y fragante líquido, la escurres enérgicamente haciéndote la ilusión de que se trata de su neurona, y pasas el práctico artilugio –invento español, por cierto- por todas las superficies pisables de tu casa. Instantáneamente te preguntas por qué no resulta así de fácil borrar el tufillo a decepción y desánimo, pero de todas formas continúas decidida a disfrutar de ese mágico momento en el que los aires de tu casa parecen cambiar.

En resumen, mi estudio profundo, basado en la auto-observación y en el análisis de testimonios de mujeres que han experimentado la misma compulsión, arroja como resultado que el complejo proceso de limpieza es utilizado frecuentemente como un ensayo de aquello que quisiera hacerse en la vida real, pero que muchas veces no se hace.

Aunque esta interiorización del proceso higiénico doméstico no suele dar frutos en lo afectivo, hay que reconocer que podría ser de gran utilidad a la hora de tomar decisiones, y que si nos equivocamos es seguramente porque no sabemos, o no queremos, hacer una lectura adecuada del mismo.

De todas formas…¡qué limpia que está mi casa!.



viernes, 8 de abril de 2011

TODA LA VERDAD SOBRE EL HUEVO


Una mañana de sol,
De un día cualquiera de otoño
Vi a mi gata pachucha
Y enseguida dije “¡coño!”.

Metí a la gata en la jaula,
Cogí el bolso y las llaves,
Salí corriendo de casa
Y esperé el micro en la calle.

Subí volando al cacharro
Y dentro estaba un amigo
Que preguntó con interés
Que le ocurría al felino.

Le expliqué con pormenores
El estado de mi gata
Dando tumbos por el barrio
Dentro de aquella lata.

Cerca de mi destino
Le digo al chofer que pare
Cojo la jaula y entonces
Siento algo frío en mis carnes.

Miro mi cacha y veo
Algo espeso y blanquecino
Mientras grito resignada
¡Se ha meado el felino!.

Escurriendo liquidillo
Me bajé medio frustrada
Mientras cuatro pasajeros
Me lanzaban feas miradas.

Cuando al fin pisé la calle
Miré bien aquella cosa.
Su color y su textura
La hacían muy sospechosa.

Al pasarle el dedo a aquello
Y ver de dónde escurría
Me dí cuenta que mi gata
No ostentaba la autoría.

La autoría era de un huevo
Que estaba dentro del bolso.
Como no estaba cocido,
El cabrón se había roto.

Con mi clara y con mi yema
Ya camino del suelo
Entré a la veterinaria
Pidiendo socorro y consuelo.

¡¡Ya, por favor, rápido,
Denme papel y agua
Que tengo un huevo escurriendo
Por mi pierna y por la jaula!!.

De inmediato el personal
Se puso en máxima alerta
Mientras mi huevo escurría
Sobre el parqué de la puerta.

Aquellas veterinarias
Se mostraron eficientes,
Aunque el huevo y yo causamos
Pánico en los clientes.

Al final salí muy limpia
Y ostentando un nuevo emblema:
Pon los huevos en su sitio
O tendrás graves problemas.

lunes, 7 de marzo de 2011

UN DÍA DE PARO

Transporte alternativo para días de paro

Es desestresante y bucólico vivir allá donde las vacas pastan y las gallinas no conocen corral, pero la vida se torna aún más trepidante cuando los micros deciden entrar en paro indefinido. Esto significa que si quieres salir de tu mundo paleolítico para ir a la ciudad, debes pagar 30 veces más por un taxi o realizar extrañas maniobras, y a veces hasta contorsiones, para trasladarte.
Días atrás tenía la esperanza de que el paro se levantara, y esperé pacientemente al viernes para poder cobrar mis honorarios, que estaban en la empresa hacía días. Llegó el viernes y nada se solucionó, así que tomé la heroica decisión de sacar pecho y entregarme a la aventura de llegar al centro de la ciudad por un módico precio, es decir, obviando la existencia de los taxis.
Pues bueno, me voy caminando a una calle a  dos cuadras de casa, por donde supuestamente pasa un trufi que va a La Ramada. Un trufi es un coche con recorrido fijo que va recogiendo pasajeros hasta llenarse, y cobra prácticamente lo mismo por persona que un micro. Esos trufis van al centro, hasta el mayor mercado de abasto, que se llama La Ramada. Andaba yo por la calle haciéndome la que no esperaba ni trufi ni nada…y el trufi no pasaba. En la esquina había unos motoqueros, es decir unos moto-taxistas, pero a no ser por causas de fuerza mayor, no vuelvo a subirme en uno de esos cacharros, porque esos tíos corren que da  miedo y un día uno casi me dejó tirada cual pelusa en un badén, así que nada.
Viendo que no había el dichoso trufi, y ante mi negativa a morir tan joven despeñada de un moto-taxi, decidí que lo más inteligente y económico era andar los 2 kilómetros que separan mi casa de la avenida para allí ver en qué podía acercarme al centro. Eran las 9 de la mañana y el calor, que empezaba a ser asfixiante, empezó a aniquilar mi rico olorcillo a recién duchada, y como encima he engordado, empecé a escocerme. Tratando de no perder mi rictus de “me gusta andar largas distancias”, seguí con paso firme, mirando de vez en cuando para atrás por si por casualidad venía un trufi. Y al borde de la tortícolis llegué a la avenida.
En la avenida había cantidad de desgraciados como yo, que o no podían o no querían pagar un pastón por un taxi….cuando….de repente, se acerca un micro de esos interprovinciales, de los que vienen de un pueblo que se llama El Torno, y que también van hasta el centro. Le levanto la mano y para. Yo me las prometía muy felices, pensando que había merecido la pena la escocedura. Entro y estaba repletito, el chofer me cobra 50 centavos más de lo normal, pero bueno, con este caos qué más da. Y de repente, el tío me dice que va hasta el km 6, no hasta el centro, así que hice el amago de que me devolviera la plata. Sin embargo, él me explicó que como los micreros en huelga boicotean, apedrean o pinchan las ruedas a los que no acatan, no se puede acercar al centro, por lo que nos dejará 2 km más allá, donde por el mismo precio haremos trasbordo a uno de esos camioncitos que sirven para llevar cerdos y otro tipo de animales o cosas no humanas – camioncitos sin techo ni nada- .
Yo me juré que no iría nunca en uno de esos, que son los que están solucionando a mucha gente la vida en estos tiempos de huelga, pero me di cuenta que si quería ir barato a cobrar a la empresa, tendría que ir como un cochino ahí encima. Pues bien, llegamos al km 6, y le informan al chofer que no está nuestro trasbordo. Tras unos minutos de deliberaciones, el chofer, que era un encanto, decidió arriesgar su vida y su micro y acercarnos hasta un poco antes del centro, pero eso sí, nos pidió camuflaje absoluto. Como sus cristales eran tintados, nos pidió cerrarlos todos para que no nos vieran desde fuera. Y todos, orgullosos de la heroicidad del chofer, le hicimos caso…merecía la pena con tal de llegar al centro. Y allí estábamos, apretados y sudorosos, en esa lata cerrada herméticamente, por supuesto sin aire acondicionado, haciendo bromas acerca de si nos lincharían a todos. De vez en cuando alguno abría un poquito su ventana para que corriera el aire, porque la cosa estaba como para quedarse tieso ahí mismo.
Por fin llegamos al lugar, el chofer eligió una calle un poco apartada y nos pidió que saliéramos rápido para que no nos vieran. Yo me sentía como una criminal escapando de la cárcel, realmente fueron muy notables la emoción y la intriga que viví en la flota camuflada.
Una vez en la calle, miré hacia atrás varias veces por si estaban ya linchando al chofer o por si me seguían a mí para ajusticiarme, y al no ver ningún movimiento sospechoso me puse en la acera a ver en qué me iba a algún punto cercano a la empresa. Pasaban un montón de trufis legales llenos, y también ilegales, es decir, un montón de tíos hizo su agosto poniéndole un letrero a su cristal diciendo que era trufi y llevando gente. Tras quedarme paralizada por algunos minutos, vi un falso trufi,  con su letrero de hoja de cuaderno,  que tenía espacio y lo llamé. Cuando me monto resulta que el conductor era un niño de unos 18 años, melenudo y desgreñado, con una camiseta creo que de AC/DC. Detrás había un pasajero leyendo el periódico que se veía muy tranquilo, así que pensé que quizás no me secuestrarían. Al fin llegamos a donde quería y me bajé. Después anduve unos 10 minutos hasta la empresa porque no me daba la gana de gastar más de 4 pesos, cuando siempre iba por 1,50. Así que me deleité viendo los jardines de los vecinos y observando a la gente que paseaba.
Al fin llegué, cobré mi dinero, y cuando vi tantos billetes decidí llamar un radio taxi para volver, que me costó casi 10 veces más que el anterior viaje. Le pedí que me dejara en el mercadito del kilómetro 6 para hacer unas compritas, y después me planté en la avenida para ver si pillaba un trufi hasta casa. Se me pusieron al lado dos niñitos que me conocían por lo visto, eran de mi barrio y estaban esperando el trufi también. Como nunca pasó, llamé otro radio taxi y de paso los dejé en su casa. La niñita, que era mayor que su hermano, me quiso pagar, pero le dije que guardara sus monedas para comprar globitos para carnaval, siempre y cuando le dijera a sus amigos que yo era su coleguita y cuando me viera pasar les dijera que no me tiraran globazos a mí. El trato quedó hecho, y llegué hasta mi casa.
Estamos a lunes y sigo recluida, no he salido ni a la tienda de la esquina. Y sigue el paro de micros. Vamos a ver cómo me las arreglo para ir a trabajar cuando me toque ir.

sábado, 5 de marzo de 2011

EL CARNAVAL EN SANTA CRUZ

La mojazón
Reina del carnaval


Mi perro Keiko, atacado por los carnavaleros

Llegó una de las épocas del año que más detesto desde que vivo aquí: el carnaval. No quiero herir la sensibilidad de algunos adeptos al carnaval cruceño, pero me parece de lo más simple. Y encima atenta contra la integridad física, que es lo que más me asusta. En realidad le tengo miedo.
Algunos por aquí dicen que el carnaval es la máxima expresión de la identidad cruceña, y yo me pregunto si infravaloran tanto su cultura como para considerar esto el culmen de su idiosincrasia.
Hoy es el famoso sábado del corso, es decir del desfile de carros alegóricos, reinas, ballets y comparsas. Para mí, una de las pocas cosas rescatables son los ballets, que de todas formas suelen vestir aberraciones de los trajes típicos, como los de mujer – tipois- que son originalmente de algodón y anchos, pero que aquí los usan en tejidos sintéticos de brillo delator, con pinzas, volantes sesgados y longitudes ínfimas. Y supuestamente están mostrando la cultura originaria del lugar. Pero no importa, en este pueblo hay que darle a todo un toque “fashion”, aunque desvirtúe la tradición. También son rescatables algunos carros, y los trajes de algunas reinas. Pero aparte de eso, lo que se ve en un corso son comparseros cerveza en mano, bastante pasaditos de copas, que pasean, saltan y beben mientras la gente que está en las tarimas los miran. No le veo nada de cultural.
Bueno, esto no es lo peor, lo peor es la borrachera y la “cochinera” que siguen al corso, es decir, los tres días de “mojazón”. Esto consiste básicamente en una colosal reunión de personas, más que nada jóvenes, que ocupan toda una calle del centro de la ciudad -la Ballivián-. La gracia del asunto es estar bruto de borracho, manchado de pintura, mojado y aputarrado. Como la cosa es peliaguda, la gente que va allá utiliza algunas estrategias para que el daño no sea tan grave, como por ejemplo usar ropa vieja y casacas,  hacerse trenzas en el pelo – para que la mierda no penetre mucho- o cubrirse el mismo con pañuelos. Y es que la pintura que utilizan es difícil de sacar. Algunos se sienten orgullosos de volver al trabajo, después de carnaval, cubiertos de manchas moradas y de otros atractivos colores, ya que es señal de que “carnavalearon”.  Obviamente también utilizan compuestos más inocuos, como el H2O y espumas suaves. Pero el caso es que el más guay es el que esté más asqueroso y más mojado, y para algunos, el más chuli es el que quedó más ebrio. Además es una tradición sagrada pintar las fachadas de todas las casas y comercios que hay en los alrededores, obligando a sus propietarios a invertir en pintura para que vuelvan a verse decentes. Los más previsores  forran sus fachadas con hule para evitar la hecatombe. Pero por supuesto, todo ello constituye la máxima expresión  cultural de Santa Cruz.
Este espectacular movimiento cultural se ve magnificado en los barrios, fuera del centro, donde hordas de niños enloquecidos se divierten lanzando “vejigazos” a los transeúntes, es decir, tirándoles globitos llenos de agua o pintura. No importa si tienes gafas o si sales muy limpita de casa, la gracia del asunto es joder al que pase en una especie de “terrorismo callejero” que según algunos es altamente cultural. No es raro que los vándalos rompan los cristales de algunos micros o coches gracias al impacto de sus globos malditos, pero si sales atrás de los niños y les das un buen sopapo seguramente la Unidad de Protección al Menor te dirá que eres un maltratador infantil – y no los padres de los terroristas, que no los controlan-. Es peor si llueve, ya que una de las grandes diversiones de los niños en los barrios es ensañarse con algunos, tirándolos a los charcos llenos de barro y revolcándolos. Y además no respetan ni a los perros. Esto lo digo porque hace dos años mi perro Keiko se fue a pasear por el barrio y volvió todo acochinado y manchado de pintura, pintura que tardó al menos una semana en salir. Pero a quién le importa: es cultura. Algunas de las medidas anti-culturales tomadas por ciertas personas incultas son salir con ropa vieja de casa o directamente aprovisionarse de víveres y no salir - como hago yo-. Los dueños de micros y algunos coches suelen embadurnar los mismos con grasa para que la pintura que les lanzan los antisociales no se pegue.
En fin, esto es lo que algunos eruditos dicen que es “la máxima expresión de la cultura cruceña”. A mí que no me jodan. Parece mentira que teniendo semejante historia, folclore, gastronomía y un largo etcétera, se sientan orgullosos de este despelote. Siento mucho ser intransigente en esto- especialmente para los que creen que esta marabunta es material de exportación-, pero nadie en su sano juicio va a pagar un dineral en venir de otro país para ver gente borracha y manchada de pintura. Hay algunos carros alegóricos bonitos, pero nada que supere en lo más mínimo a otros carnavales que a los potenciales turistas les pille más cerca. Por eso el carnaval de Santa Cruz no es un destino turístico pero el de Oruro sí. Porque el de Oruro sí es una obra de arte, porque sus bailes, sus vestimentas y su simbología sí muestran al visitante tradición y personalidad. Pero borrachos y tías mostrando cachas hay en todos lados. Para que de verdad merezca la pena gastar el dinero en llegar hasta Santa Cruz para ver su carnaval, hay que ir a las provincias, donde las costumbres más o menos se conservan. A ninguna persona que yo aprecie le aconsejaría que venga a ver todo esto, porque no merece la pena en absoluto. Santa Cruz tiene miles de cosas que sí son dignas de ver y ésta, en mi opinión, no está a la altura de ninguna de ellas.
Siento haber herido susceptibilidades con esta crítica pero no tengo tiempo de preocuparme de ello porque estoy viendo en la tele la entrada del carnaval de Oruro, “Obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad”. Una de esas muchas cosas maravillosas que tiene Bolivia y que sí son de exportación.

jueves, 24 de febrero de 2011

¿QUÉ ES EXACTAMENTE "LA NIÑA"?


Mucha gente se preguntará qué es exactamente eso del fenómeno de la Niña. Es cierto que nos dicen muchas cosas sobre él en internet y en la tele, pero desgraciadamente nos lo exponen como si todos fuéramos climatólogos expertos o biólogos avanzados, así que casi nunca logramos entenderlo. Pues bien, eso se acabó: llegaron al lugar indicado, a aquel donde les explicarán con lenguaje popular y totalmente accesible en qué consiste este fenómeno climatológico y sus consecuencias.
El fenómeno de la Niña consiste en un lote de llover que no veas, pero sin mucho frío. Resulta que llega un día en que empieza a diluviar de buenas a primeras y durante varias semanas sólo escampa a ratos, que son los que aprovechas para salir de casa, hacer tus compras, lavar tu ropa y tenderla.  Este fenómeno en realidad consiste en una humedad horrorosa que te impide almacenar las bolsas de toallitas limpiadoras de cutis si no están bien cerradas, porque cuando vuelves para coger otra, el contenido está lleno de moho, desde la toallita de encima hasta la de más abajo.
La Niña tiene otras peculiaridades, como la de lograr que los charcos nunca desaparezcan de tu barrio y encuentres patos nadando por doquier. También provoca que los bajos del micro se mojen, que el vehículo se ahogue y el chofer obligue a los pasajeros a empujarlo para que vuelva a andar, o mejor dicho a nadar (como me pasó hoy).
La Niña provoca la expansión de la selva amazónica en lugares inauditos, no sólo por la brutal proliferación de la vegetación, que te invade y te atrapa violentamente, sino también por la aparición repentina de manadas de hormigas carnívoras y otros bichos ponzoñosos que cuando menos lo esperas, ascienden por tus piernas en cuestión de milisegundos convirtiéndote en soprano de forma inmediata. Y qué se puede decir de las lombrices que irrumpen en cualquier ambiente de la vivienda, especialmente en la ducha cuando estás dentro de ella.
La Niña provoca pereza existencial por falta de radiación ultravioleta y hace que sólo las personas de memoria prodigiosa recuerden como son el sol, la luna y las estrellas. El elevado índice de humedad ambiente hace que las rizadas se vuelvan afro y que el sudor se torne espeso. Además, las aguas estancadas son gloria bendita para las larvas del mosquito que provoca el dengue, lo que da lugar a epidemias y muertos (yo soy una sobreviviente del dengue, y quiero que quede patente como herida de guerra).
La Niña hace que los ríos se desborden y que la gente de escasos recursos que viven junto a  las orillas tenga que huir o morir. También ocasiona derrumbes de laderas, a veces habitadas. Carcome cimientos, desmenuza tapias, pudre árboles que a veces caen sobre personas, arruina cultivos y ganados.
El año pasado nos quejábamos por la sequía, nos bombardeaban con imágenes de cientos de cabezas de ganado muertas por deshidratación. Hoy, en esas mismas áreas, los terrenos están inundados y el ganado y las personas, en peligro. Eso es el fenómeno de la Niña.
¿Pero qué coño es esto?  Los viejos dicen aquí que el clima ha cambiado, que ya no es lo que era. Lo peor es que los jóvenes también lo dicen. Y yo, en sólo diez años, también he podido notar estas diferencias climáticas. Desde mi cómoda posición puedo encontrar mil detalles cómicos que contar sobre la forma en que estos cambios afectan mi vida, pero para mucha gente de cómico no tiene nada. De hecho estamos en emergencia.
Lo que yo me pregunto es si esto se ve magnificado por nuestra insana forma de vida, porque estos fenómenos son cíclicos, pero… ¿sería descabellado pensar que los estamos exacerbando demasiado con nuestro opulento desarrollo? Mira, yo no soy experta en la materia, pero creo que hay que escuchar a los mayores.

VAMOS AL MERCADO



Los súper y los híper son muy bonitos, limpios y ordenados, además te brindan una comodidad sin igual, pero no tienen ese saborcillo especial de los mercados de abasto. A mí me encanta ir a los mercados de aquí porque socializo muchísimo y me relajo.
No hay nada mejor que tener tu mercado preferido y tus vendedoras de confianza -es decir, tus “caseras”-. Mi mercado está a unos 3 kilómetros de casa y tengo que ir en micro, pero sólo tardo 10 minutos en llegar. Mi estrategia es llevar mochila para cargar la compra, cosa que no se le ocurre a nadie y eso me impresiona sobremanera, ya que es incomodísimo llevar las compras en bolsones de mano como hace todo el mundo.
Cuando llego lo primero que busco es “lengua de panza”, es decir páncreas de vaca. Esto lo encuentro en el sector de carnicerías, donde todo lo que se vende está sobre el mesón o colgado de ganchos escurriendo sangre. No importa si hace calor y hay moscas, las carniceras tienen útiles artilugios para espantarlas, como por ejemplo palos con bolsas de plástico atadas en el extremo, y si las moscas se atreven a posarse en la carne, ellas los agitan vigorosamente hasta hacerlas retroceder para volver a tomar impulso. La lengua de panza es para mis perros, me dijo la veterinaria que es muy aconsejable, y como la vendedora ya es mi amiga, siempre me da las más bonitas y sin que yo se las pida, porque en su puesto siempre compro lo mismo. Me encanta no tener que pedir las cosas.
Después me voy a la carnicería de enfrente para comprar carne de primera para nosotros. Es interesante esto porque los pedazos de carne están colgados a 10 centímetros de tus ojos, todos en fila, y para comunicarte visualmente con la vendedora tienes que estar fisgando entre costillas y lomos. Además está permitido tocar, así que no te conformes con mirar de cerca y oler. Puedes comprobar la consistencia de la carne con tus propias manos apretándola y dándole la vuelta si es necesario para admirar todo su contorno y asegurarte así de hacer la mejor compra.
Desde el  sector de carnicerías, del que salgo esquivando perros hambrientos que esperan cualquier descuido, me traslado al pasillo de las verduras. Es un pasillo largo y muy aromatizado, bordeado de sacos y bolsones por donde asoman papas, cebollas, pimientos, mandiocas y tomates, ideal para magrearte con todos los que transitan por él en dirección contraria. Yo tengo mi caserita, que me llama “amiguita”. Es una señora de pollera que conmigo habla castellano pero que con las vendedoras de alrededor habla aymara, y que siempre me regala un manojo de cebollita verde por mi compra. Tiene tantos sacos alrededor que le es difícil moverse para alcanzar las verduras, y su ayudante tiene unas trenzas larguísimas y frondosísimas con unas típicas bolitas de adorno al final, con las que una vez, al darse la vuelta para pesarme los tomates, me golpeó hasta casi hacerme perder el equilibrio. Por eso yo le digo que sus trenzas son armas de auto- defensa y que si un día la atacan no dude en darle un latigazo al que se atreva.  
De las verduras me voy al puesto de mi amiga Doña Celia, donde compro pasta, tomate frito, papel higiénico, sal, arroz y muchas cosas más. A veces cuando no hay muchos clientes charlamos sobre la inflación, la subida de los precios de la canasta familiar y otros temas de interés, y siempre hay otras clientas que se suman a la tertulia participando con esos “es que la plata ya no alcanza, oiga” o aquellos “es que todo está por las nubes”. Y no hay nada que me fascine más que criticar la situación en la que vivimos con el monedero debajo del sobaco.
Después de éstas y otras compras, salgo del mercado con la mochila atestada y busco a una cholita vieja que se planta en una esquina con su carretilla vendiendo higos chumbos. Cuando no la veo me pongo muy triste, pero cuando está le compro un montón, y como ella se hizo mi amiguita, cuando me ve llegando ya está bolsa en mano metiéndome los más bonitos.
Con mis higos en la bolsa, me paso a la acera de enfrente y espero mi micro. Cuando subo, suben conmigo otras amas de casa con sus bolsones llenitos. La parte final del camino a casa tiene tantos baches que no es raro que rueden algunos pimientos y cebollas por el suelo, pero como todos somos solidarios, si su dueña no puede cogerlos lo hacemos nosotros.
La verdad es que los súper y los híper están muy bonitos, pero en ellos no puedes vivir ese ambientillo peculiar de los mercados de abasto, donde a veces te dan de más si les caes bien, donde puedes entablar conversaciones de auténtica maruja e ir con cualquier pinta. En los mercados conoces lo que en realidad llaman “el pueblo” y si tienes tiempo de ir para algo más que comprar, podrás encontrar en ellos mucho más que verduras y carne.

lunes, 21 de febrero de 2011

CINCO RAZONES PARA QUEDARSE EN CASA


Estos días ando muy cabizbaja, como esperando una hecatombe. Resulta que eché mi currículum para conseguir un puesto de trabajo que me encanta, y encima me preseleccionaron. En estos días me dirán si lo logré o no. Y durante esta tensa espera, se me pasan por la cabeza mil razones para no querer que me den el puesto y poder seguir inmersa en mi mundo de reclusión aquí donde las vacas pastan. Me gustaría comentar algunas de esas razones de peso:
1) Si te quedas en casa, puedes ver los programas mañaneros
¡Sí!. Si no tienes que salir a trabajar, puedes cambiar frenéticamente de canal hasta eso de las 12 de la mañana y siempre encuentras algo de provecho. Mientras los otros sufren en los atascos y luego en sus trabajos soportando jefes prepotentes y compañeros cotillas, tú te haces un café con total parsimonia y te chupas todas las noticias sensacionalistas tanto del ámbito político como social, mientras te deleitas con concursos de imitadoras de Shakira, te dan consejos sobre cómo eliminar el exceso de sudoración y te presentan cualquier tema que evite que tu mente se ejercite demasiado y llegue a cansarse.
2) Si te quedas en casa, no tienes que depilarte
Así es. La vida casera produce una profunda distorsión de algunos sentidos, o mejor dicho una adaptación de ciertos receptores sensoriales, como los de la retina, que ya no perciben con nitidez ciertas frondosidades corporales. Esto te permite centrar tu atención en cosas mucho más interesantes, como, por ejemplo, las mencionadas en el punto 1. Además, siempre es más sano y natural dar rienda suelta a todo aquello que la evolución y los genes nos han brindado.
3) Si no sales, no ensucias ropa
Ésta es sin duda una gran ventaja, sobre todo cuando no tienes lavadora. Hay que tener en cuenta que el calor húmedo provoca que huelas a tigre y de paso también tu ropa, lo cual hace casi indispensable lavar la misma aunque sólo te la hayas puesto una vez. Puedes evitar fácilmente todos esos problemas quedándote en casa, con el mismo trapito 3 días seguidos y a los 3 días tienes una modesta colada de tan sólo un vestido de andar por casa y tres bragas, lo cual es manejable y muy cómodo.
4) Si no sales, puedes dar rienda suelta a tus michelines
En casa no tienes la necesidad de andar disimulando tus mantecas ni tratar de meter barriga según en qué posturas. Puedes permitirte el lujo de desparramarte sobre la cama, el sofá o la silla sin miedo a las críticas. Además, sigues cebando tu envoltorio adiposo que, en tiempos de sur -que son terribles- constituye la capa aislante básica para crisis térmicas.
5) Si permaneces en casa, vigilas a tus animales
Es la solución perfecta para evitar sorpresas desagradables como encontrarte al volver varios hoyos de medio metro de profundidad que ha excavado tu perro, jodiendo así tu adorado césped. Estando en casa, puedes echar un vistazo por las ventanas de vez en cuando y si ves al perro en posición sospechosa, le pegas un alarido o lo amenazas con objetos lacerantes. Además, vigilas a los gatos para que no destruyan tus muchas plantas en formación y no hurguen las bolsas de basura que llevan una semana esperando que pase el camión, evitando así el molesto esparcimiento de tus inmundicias.
La verdad es que en estos días podría conseguir un interesante trabajo en una interesante institución, consiguiendo así ganar más dinero, ejercitar mi cuerpo y mi mente y adquirir más cultura y contactos sociales. Sin embargo no se puede negar que las cinco razones expuestas más arriba tienen suficiente peso como para que me sea imposible entrar en depresión si hay alguien, que según otros alguien, es más adecuado que yo para ocupar ese puesto. Yo podré seguir permitiéndome todos estos lujos y él no. Pero eso sí: si me llaman, me depilo inmediatamente.

viernes, 11 de febrero de 2011

MATRIOSKAS


Viví hasta los veintiséis encerrada en una jaula. Mi madre nunca quiso tener en casa animales que no fueran racionales, aunque un día, en complot con mi padre, le endosé un pato de la Alfalfa, que vivió mucho tiempo en casa como si fuera un can. Rocky –nombre con el que bauticé al pato después de haberme enamorado perdidamente de Rocky Balboa-  era muy educado e incluso logré amaestrarlo y hacer que tirara muñequitos de cerámica con el pico cuando yo se lo pedía. Rocky se duchaba en la bañera como las personas y se acostaba cuando escuchaba la sintonía del telediario. Realmente era un pato adorable y muy casero.
Cuando se hizo grande mis padres me convencieron con mucha mano izquierda  de que Rocky debía vivir en un hábitat más acorde a su naturaleza y rodearse de sus congéneres. Yo accedí  y entonces anillamos a Rocky con un arito naranja y lo llevamos un domingo a la laguna del Parque de los Príncipes con gran pompa y ceremonia, incluido el equipo fotográfico completo. Convencidos de que hacíamos lo mejor para Rocky, lo soltamos en las tranquilas aguas de la laguna, donde nadaban plácidamente montones de patos. Nos sentamos en los veladores que había cerca a tomar un café mientras divisábamos a Rocky y analizábamos la reacción de los patos del parque ante su presencia. Entonces, de repente, Rocky emergió de las aguas gritando despavoridamente mientras unos tres patos lo perseguían con el pico de par en par y las alas extendidas. Rocky, buscando protección, irrumpió en el área de los veladores causando estragos entre los clientes, que salieron de estampida ante la presencia de una bandada de patos enloquecidos. Definitivamente, a Rocky le estaba vetado el Parque de los Príncipes. Lo llevamos de vuelta a casa en su caja de cartón, pero luego mi abuela se apiadó de él y lo llevó a vivir al pueblo, donde la acompañaba a casa de las vecinas, comía melón picado y tuvo muy buena vida hasta que murió de viejo, gracias a que mi abuela no se dejó convencer por su malévola vecina, que le sugería convertirlo en pato a la naranja.
Esa fue mi primera experiencia con animales en casa. Luego tuve una tortuga llamada Linda que murió rápido, también una gran colonia de caracoles que traje del colegio e invadieron techos y paredes, y por supuesto gusanitos de seda como casi todos los niños en aquella época. Pero mis primeras experiencias con perros fueron en el pueblo de mi abuela. Su casa tiene patio y corral, y como yo siempre viví en una jaula, ir allí me fascinaba. Jugar con el perro de mis abuelos era una mis diversiones favoritas cuando iba al pueblo. Primero fue Tarama, que era tan bueno que cuando yo era chica y me echaba en su cama me dejaba sitio. Además era tan limpio que cuando mi abuela pasaba la fregona no le pisaba lo mojado. Mi abuelo le apartaba comida de su plato y Tarama no se desprendía de él para nada. Tarama murió de cáncer, muy mayor, y mi abuela adoptó a Chiti. La primera vez que lo vi estaba dentro del delantal de mi abuela. Chiti se revolcaba por el suelo como una pelusa cuando nos veía llegar de Sevilla en el coche, lloraba y gritaba de alegría. Tenía una novia llamada Linda que era la mascota del de la taberna y ella lo visitaba todos los días en la casa, hasta que la atropelló una moto y murió, y Chiti estuvo sin comer muchos días. Me gustaba irme al campo con Chiti a pasear, yo sola, y de paso me fumaba un par de cigarros, porque en casa no sabían que fumaba. Chiti también iba todos los días al campo con mi abuelo, que era un solitario. Cuando ya tenía Alzheimer, se perdió y se cayó por un barranco. Fue Chiti el que vino a avisar a casa ladrando desesperado y entonces salió una pequeña expedición de vecinos a buscar a mi abuelo de noche y con linternas, y lo encontraron gracias al perro, que indicó dónde estaba. Chiti murió de viejo, todo canoso, rodeado de su familia.
Después de mis pequeños intentos infantiles de criar animales y mis contactos esporádicos con seres vivos domesticados, al fin llegó mi hora. Mi desquite, mi venganza. Ahora estoy cumpliendo mi sueño de tener matrioskas vivientes en mi propia casa. Y es que cuando trajimos una, en realidad llevaba muchas dentro. Mi casa está invadida de gatos, han tomado el lugar, se han hecho con el poder, dominando inclusive a los perros.
Es increíble en qué grado se cumplió mi sueño de no tener hijos sino bichos. Ahora, una marabunta felina me sigue cada vez que hago sonar una bolsa de plástico, una tropa de gatos me recibe cuando vengo de la calle y todas las mañanas hay mininos asomados en las ventanas emitiendo lastimeros maullidos para que les permita ingresar y echar una siesta en mi cama.
Ahora, si me tumbo en la hamaca siempre hay un gato abajo que se pone de pie para pincharme el culo, otro que se me posa en el michelín porque le gusta el balanceo y varios sentados alrededor custodiando mi descanso. Ya no puedo podar mis plantas sin tener varios intrusos atentos a las ramas que caen, ni me falta un perro o un gato que abrace mis piernas cuando estoy lavando ropa. Tampoco falta ya abono en el césped ni discusiones onomatopéyicas entre mis animales y yo. Para mucha gente, esto es un engorro de primera, y aunque no puedo negar que lo es un poco, estoy disfrutando de los animales por los veintiséis años que no pude. Hay gente que no lo entiende, pero también hay mucha gente a la que no entiendo yo.


viernes, 4 de febrero de 2011

MI PRIMER ESTUDIO ETOLÓGICO


En este lugar hace mucho calor y la gente trabaja muy duro, así que no es extraño que después de un agotador día de trabajo a muchos les apetezca  ir a saborear unas cervecitas en lugar de volver a casa, ducharse y recostar el lomo sobre la cama. Además… ¡qué cerveza la de aquí! 100% nacional, premiada en varios países del mundo, realmente irresistible. Y como en cualquier esquina pillas un cuchitril con 10 sillas, 5 mesas y un buen arsenal de cerveza, por qué no hacer un paradita y dar rienda suelta a tus más bajos instintos.
Es curioso como el comportamiento de muchos borrachos se asilvestra cuando se encuentran en el éxtasis de su delirio etílico. Esto nos permite describir e incluso predecir con lujo de detalles la etología de dichos ejemplares.  A continuación, algunas características sobresalientes de los mismos:
- Muestran, inicialmente,  una elevada sociabilidad: los individuos comparten con sus compañeros de trabajo o vecinos. Sus potentes feromonas, segregadas y acumuladas durante toda la jornada, los ayuda a reconocerse y encontrarse, sintiéndose entonces parte integrante de la manada, creándose así un ambiente de familiaridad y distensión que facilita la comunicación entre ellos. Son comunes los alaridos, las palmaditas en la espalda y un evidente apasionamiento respecto a situaciones simples. Asimismo, en esta etapa muestran una amplia solidaridad, colaborando todos los miembros del grupo en las tareas de suministro.
- Se incrementa su consciencia respecto a la presencia de ejemplares femeninos en la zona: los especímenes van desplazando su foco de atención, de manera casi imperceptible, desde su eje comunicacional a la periferia, con la intervención predominante de su visión panorámica- similar a la de los camaleones- en la captación de posibles parejas sexuales. En ese momento, su comportamiento se torna vistoso y muy complejo, con un incremento científicamente demostrado en los decibelios de sus expresiones sonoras, experimentando además un despliegue de extraños patrones físicos como arqueamiento de brazos - para simular fortaleza-, encogimiento de barriga – para adoptar la clásica forma de triángulo invertido que atrae visualmente al sexo opuesto- y si el lugar de reunión dispone de karaoke, exhibición de espantosos alaridos. Es de suma importancia indicar que, desde nuestra visión eminentemente humana, los sonidos emitidos en este punto por los miembros de la manada pueden resultar desagradables e incluso confundirse con expresiones sonoras que denotan agresividad. Sin embargo, hemos de abandonar esa constante ansia de humanización de los comportamientos salvajes, valorándolos en su justa medida y comprendiendo que responden a instintos que difieren en muchos aspectos de los comportamientos humanos.
- La competencia intraespecífica pone de manifiesto los mecanismos íntimos de la selección natural entre los individuos del grupo: la fase anterior deriva de manera inexorable en una crisis competitiva.  La presencia de las hembras captadas a través de las antes citadas señales sonoras y corporales, estimula una potente emisión de hormonas testiculares en los miembros del grupo, que supera sensiblemente a la secreción de feromonas inicial, desencadenándose un proceso que, una vez alcanzado el umbral, no es reversible. Paralelamente al aumento en la ingestión de alcohol etílico, se presenta un incremento en la agresividad de los miembros del grupo, todo ello encaminado a la perpetuación de la especie. En este punto, que denominaremos C - relativo a “crítico”- se advierte una descomposición de la colectividad, evidenciándose que los ejemplares presentan potentes descargas cerebrales en el área encefálica que desempeña funciones memorísticas. La competencia por las hembras, como se ha comprobado, es tan sólo un mecanismo selectivo que desencadena una lucha encarnizada por situaciones no sexuales que involucran a varios miembros de la manada., ya sea una deuda no cancelada o una broma sin gracia. En dicho punto C, las relaciones entre los ejemplares sufren una violenta crisis, que puede ser reconocida fácilmente, inclusive por principiantes en el estudio de esta especie. Los signos más sobresalientes son las agresiones verbales y sobre todo físicas, directas o indirectas, utilizando objetos altamente elaborados como botellas, sillas o mesas, con la intención de someter al rival. Ello nos demuestra que esta especie goza de procesos mentales muy elevados, sofisticadas conexiones neuronales  antes desconocidas que ponen en duda la supremacía de la especie humana en lo que a inteligencia se refiere. Sin duda, los resultados de este estudio representan la muerte de un axioma.
Queridos amigos, esta es una pequeña muestra de mis profundos estudios acerca esta especie tan común e incomprendida. Especie acerca de la cual nadie ha hablado de manera científica y contundente hasta la publicación de este artículo.
Quiero dedicar las conclusiones de este arduo estudio, que estuve llevando a cabo a lo largo de nueve años, a las siguientes personas e instituciones:
- A los ejemplares estudiados: por su falta de decoro, la cual me facilitó sobremanera el proceso de investigación.
- A mi universidad: por haberme provisto del vocabulario científico y las bases teóricas inútiles para muchas cosas, pero necesarias para la argumentación de este trabajo.
- A mi mejor profesor -mi profesor de Biología del colegio-, José Antonio: por haberme despertado el verdadero interés por la naturaleza, y que seguro se sentirá orgulloso del nivel que han alcanzado mis investigaciones.
Pero esto no acaba aquí.



domingo, 30 de enero de 2011

REALIDADES


Me encanta encontrarle el lado cómico a la vida, nunca pienso perder mi sentido del humor. Pero lamentablemente a veces ocurren cosas a tu alrededor que consiguen decaer tu ánimo y que te sumen en una espiral de impotencia, indignación y tristeza durante días. Quizás es por pensar demasiado –a veces pensar mucho no es saludable- y además sentir pena y decepción por las injusticias es una simple pérdida de tiempo. Es cierto. Pero la humanidad siempre quiso conocer las respuestas, mejorar su mundo, rebelarse ante lo que le hace daño…es algo ancestral y ligado a su ser. Esta idea me hace ser menos dura conmigo misma por verme a veces inmersa en neurosis como ésta en la que me siento desde hace unos días.
Todos los muertos deberían tener el mismo valor y conmover de la misma forma, pero por muchos motivos no es así. En este país muere mucha gente de forma violenta y ya nos hemos acostumbrado: comemos viendo muertos en los informativos, vemos cosas espantosas pero forman parte de la rutina. Siempre tiene que haber varios asaltos con muertos, varias violaciones de niñas, varios asesinados por sicarios en plena vía pública…es parte del paisaje. Pero de repente ocurre algo que no sucedió antes, una tragedia que elimina de una vez a mucha gente y para la que aquí no se está preparado, y entonces, la solidaridad crece de manera antes impensable, lloramos al verlo en la tele, nos emocionamos al pensar que alguien sobreviva y se convierte en una crisis colectiva, de la que una misma también llega a formar parte. Me refiero al desplome de un edificio de 10 plantas en construcción, con sus obreros y arquitectos dentro, en pleno centro de la ciudad. Algo que para nosotros es una gran hecatombe por muchos motivos, no sólo por el hecho de los muertos, sino por todas las cosas que esta situación pone en evidencia.
Aquí se intenta vivir bien, dejando a un lado la otra parte de la realidad, tratando de ignorar la grave situación política y económica. Disfrutando en los cumpleaños, en las bodas, en las reuniones entre amigos, haciendo chistes de lo que nos ocurre, tomándolo de forma liviana, como males menores que simplemente están ahí y pronto pasarán.
Casi todos nos hemos sentido impotentes al ver como los familiares de los obreros contaban que algunos apretaron la tecla de respuesta de su móvil de entre los escombros, cuando los rescatistas nacionales decían que les contestaban con golpes cuando los llamaban, mientras cientos de personas voluntarias llegaban para ayudar a sacar escombros, haciendo enormes filas, como hormigas, y gente pudiente y humilde llegaba al lugar con algo de comer o de beber para que no desfallecieran, mientras traían maquinaria especializada y expertos de otras partes del país y cuatro días después, cuando ya era tarde, expertos internacionales.
Alguien me dijo que por qué me afectaba tanto, si todos los días nace y muere gente. Pero más allá de las muertes, existen realidades que son aún más terribles y que te golpean en momentos así, cuando creías estar adormecida, en tu plácida rutina de conformidad.  Las realidades de un país gobernado por un semi-dios que dice buscar la justicia social, cuando gasta millones en aviones privados y satélites y mantiene a la gente en la miseria, sin siquiera paliar la sed y el hambre de los que intentan salvar vidas. Cuando dice que no vino a solidarizarse con las familias por no figurar, aunque sí viajó a Chile a recibir al compatriota atrapado en la mina y poder así pasar a la historia como parte del show mediático planetario.  Realidades como la falta de control en todo sentido, la precariedad con la que se trabaja, la fragilidad de todos ante cualquier desastre y el uso político que se hace de ello cuando conviene.
La realidad de un país que ya tiene muchos refugiados políticos en otras naciones, donde la demagogia es asfixiante  y lo peor, donde tanta gente se deja engañar, como dormida, viendo sólo muertos en un edificio derrumbado, cuando sus ruinas son sólo un triste símbolo de cómo se destruye a un pueblo y se lo mantiene en la miseria con cinismo.
¿Cuándo podrá Bolivia, con toda su riqueza, salir adelante? ¿Cuándo será gobernada por personas que deseen  tener un pueblo con el conocimiento necesario para ser consciente de lo que le ocurre? No puedo encontrar respuestas positivas a mis preguntas y siento que soy testigo de cómo, poco a poco, se va aborregando a las masas, se las va convenciendo, se las va manteniendo a raya, calladas y conformistas, y en muchos casos, víctimas del síndrome de Estocolmo. Y no puedo sentirme ajena a ello, porque aquí vivo y aquí quiero seguir viviendo. Y no me preocupan ya los muertos -están muertos- sino qué pasará con los vivos, hasta cuando permaneceremos sin reaccionar, sintiendo pena por lo que ya es inevitable y mirando impasibles todo lo que se desmorona alrededor.
Son realidades por encima de nuestra realidad personal, la del trabajo diario, la tranquilidad del hogar, la vaca en el camino y el micro viejo. Son realidades que aunque a veces queremos ignorar por nuestra propia salud mental, de vez en cuando se nos caen encima, quitándonos - pero sólo por poco tiempo- el sentido del humor.

miércoles, 26 de enero de 2011

DESPROGRAMARSE

Bolivia

Actualmente existe un gran número de fuentes de información que nos permiten conocer  lo que pasa en muchos lugares del mundo. Hay países que generan más noticias y de otros apenas se habla, pero en los años que llevo aquí me he dado cuenta de algo en lo que nunca había pensado: que estamos mal informados y que nos ofrecen datos muy sesgados. Unas veces es intencional, pero otras se debe simplemente a la falta de profundidad de las noticias.
Por ejemplo, de Bolivia se habla poco- aunque ahora más que antes- y a veces dan informaciones sobre el país que no son ciertas, ofreciendo una imagen totalmente distorsionada de lo que ocurre aquí. Me gustaría dar algunos ejemplos.
Voy a empezar por lo más impactante: la capital de Bolivia no es La Paz. Leyeron bien, no es La Paz. Los libros de texto nos mintieron toda la vida y los informativos lo siguen haciendo. La capital de Bolivia es Sucre y la sede de gobierno es La Paz. En la Paz se encuentran los poderes ejecutivo y legislativo y es una gran ciudad. En Sucre se encuentra sólo el poder judicial y es una ciudad pequeña. Es bastante extraño que un país se maneje desde una ciudad que no es su capital y más extraño aún que el lugar elegido para ello esté en un extremo del territorio y a casi 4.000 m de altura, sobre todo cuando la capital está prácticamente en el centro. El problema de esto es que, como no es un país suficientemente descentralizado, si vives en el extremo opuesto, tienes que hacerte unos 1.000 km y ascender del llano hasta los Andes para hacer algunos trámites, por ejemplo, cuando tuve que ir a La Paz para inscribirme en el registro civil como boliviana. Para un simple papel que se tramita en un día tuve que subir a las montañas, sufrir el mal de altura y prácticamente, viajar a otro mundo. Porque es otro mundo.
Cuando descubrí esto, me quedé totalmente impactada. Sentí que me habían engañado toda la vida. Y me pregunté, si en algo tan simple nos mienten, o al menos nos informan tan mal, ¿cómo será el resto?  ¿Qué nos han enseñado en el colegio, la universidad y a través de las fuentes de información en las que confiamos? Porque ya me queda la duda acerca de la veracidad de muchas cosas que aprendemos, no es posible que esto se trate solamente de un caso aislado. Por probabilidad no puede ser. Y lo más gracioso es que hay gente de mi país que ha tratado de discutir conmigo sobre este asunto diciéndome que estoy equivocada. ¿Qué me equivoco yo, que vivo hace casi 10 años aquí? ¿Confiamos más en lo que dicen los libros que en lo que cuenta quien conoce de primera mano la situación? Así me di cuenta que somos víctimas de los libros y los medios de comunicación. Esto rompió muchos de los esquemas para los que me habían programado.
Sigamos. La mayoría de la gente piensa o está convencida que el lago Titicaca es netamente peruano, pero no es cierto. Aunque la mayoría de su superficie está en Perú, una buena parte es boliviana. Creo que esto ha ocurrido porque Perú es un país mucho más avanzado en lo que a promoción turística se refiere, y la falta de difusión de las maravillas naturales de Bolivia ha provocado que mucha gente asocie el lago sólo con Perú. Aquí se puede ver que la desinformación conduce a una visión sesgada del mundo.
Mucha gente cree que Bolivia es un país exclusivamente andino y eso es totalmente falso. Una gran parte del mismo está formado por tierras bajas semi- tropicales donde hay jaguares, cocodrilos, anacondas y loros multicolores. Inclusive una parte de la Amazonía corresponde a Bolivia. En la tele siempre nos muestran mujeres con pollera, trenzas y niños a la espalda arropados por un aguayo. Hombres con gorritos de lana y ponchos viviendo en paisajes altos y áridos y si es posible, con unas cuantas cumbres nevadas atrás. Esas vestimentas son típicas sólo de la zona andina. No todos los bolivianos usan esa ropa, ni son morenos ni son andinos. Aquí existen 36 etnias y la mayoría son mestizos. El problema es que la zona andina siempre ha recibido más turismo y más proyección internacional, y eso ha logrado que en otros países estén convencidos que Bolivia es sólo un país de llamas y grandes alturas, cosa que molesta a los oriundos de esta parte del territorio, que es fértil, verde y cada vez más poblada y donde se supone ya se asentó la modernidad, la banalidad y el estilo de vida “europeo”, además de contar con los mayores focos productivos y también culturas ancestrales que casi nadie en el exterior conoce. Una vez más, la información incompleta nos hace tener una visión del mundo totalmente parcial, forma en nuestra mente imágenes recortadas de situaciones y lugares y en base a ellas construimos un conocimiento que se ajusta a aquello que las fuentes de información quieren o pueden ofrecernos.
Esto nos ocurre en nuestro propio país, al que llegan muchos extranjeros pensando que nuestro folclore sólo es flamenco y luego descubren que hay una gran variedad de tradiciones, músicas y costumbres. Sabemos eso. Pero cuando vives por muchos años en un país que muy poca gente conoce y observas desde allí lo que se dice de él, sientes que estás al otro lado, que has traspasado la barrera de la información y que debes poner en duda cualquier dato que llegue hasta ti. Si puedes, compruébalo, ve allí, vívelo, habla con la gente del lugar, mézclate con ellos. Y si no puedes, busca, contrasta, investiga, compara.
Quizás algunos ya sabían lo que yo sé, pero estoy segura que muchos lo desconocían. La idea no es demostrar mi conocimiento sobre ciertas cosas, sino reflexionar sobre cómo se descubre que el mundo es mucho más que lo que nos dicen sobre él y que es necesario “áuto- desprogramarse” y construir nuestro propio conocimiento, además de nuestra propia opinión.




martes, 25 de enero de 2011

AVENTURAS EN EL MICRO


Los micros son los mini autobuses de transporte urbano. Se trata normalmente de chatarras importadas de Japón, vehículos en mal estado que allí ya no pueden circular porque no cumplen las mínimas normas de seguridad, pero que aquí utilizamos para nuestros desplazamientos- los que no tenemos dinero para comprar un coche, claro-.
Ir en micro es una experiencia inolvidable y muy folclórica por muchos motivos. Por un lado, suelen tener el techo tan bajo que si te toca ir de pie mejor que no tengas problemas cervicales, ya que la mayoría están pensados para pitufos y tendrás que ir todo el trayecto agachado. Por otro, porque no hay maquinitas para picar bono-buses ni nada similar: el conductor también es cobrador y está altamente capacitado para coger las monedas, contar el cambio y dártelo mientras conduce a gran velocidad – no hay por qué dejar de estar en movimiento mientras se cobra-. Como aquí hace mucho calor y los micros ni soñando tienen aire acondicionado, los choferes no soportan la temperatura de los asientos, por eso les quitan todo menos el armazón y colocan sobre el mismo una red de cuerditas de plástico que permiten refrescar las posaderas y la espalda, además de contribuir al libre albedrío de los gases que eventualmente necesiten ser expulsados.
Mi barrio, como ya saben, está en el extrarradio, allá donde las vacas pastan y las gallinas no conocen corral. Allá donde los patos nadan en los charcos. En este tipo de barrios, los micros son muy familiares, muy solidarios con el pueblo. No es como en el centro, donde simplemente pasan. Aquí pitan por las calles y puedes escucharlos a varios metros. Lo hacen para que los vecinos sepan que están llegando y se den prisa en salir para no quedarse en tierra. Eso de que piten a mi me encanta. Pero aunque no pitaran, el peculiar sonido de sus latas desencajándose en cada bache suele avisarte de que se acercan.
La estética interior de los micros suele ser muy rica. Los hay con los asientos forrados en tela vaquera, con fundas plásticas de función anti- transpirante o con cortinas viejas de floripondios. Supuestamente eso facilita la limpieza de los mismos, pero es una simple conjetura. La parte delantera, donde se encuentra el chofer, suele tener una decoración profusa a base de pegatinas con mensajes profundos, como “El placer de volar” o “Aquí todo es chévere: el carro, la música y el chofer”. Esa es otra, la música. No se puede negar que a falta de aire u otras comodidades, la mayoría de los micros ofrecen a sus pasajeros un buen servicio de hilo musical. Gracias a él uno puede escuchar los grandes éxitos de las Chicas Mañaneras o los hitos del reggaetón a tantos decibelios que la música acaba opacando el ruido del motor, que ya es decir.
Cuando el micro sale del barrio y al fin surca carreteras y calles asfaltadas, es maravilloso. Se alcanza velocidades intergalácticas, dejando una estela de humo negro y un tufillo a quemado que te indica que llegarás con tiempo a tu destino. Más aún si el chofer se pica con el chofer del micro de al lado y se enzarzan en una frenética competición por ver quién llega antes al siguiente rompe muelles. Esta indescriptible sensación de riesgo y aventura a veces se ve truncada por algún enfrentamiento verbal entre choferes, que al grito de “colla maldito” o “cojudo de mierda” frenan en seco a dos centímetros de chocar mientras hacen amagos de bajarse del vehículo para sacarse las infundias. Esto puede resultar más grave si ocurre en las estrechas calles del centro: una vez presencié como un chofer, por apurar el espacio, le rompió el retrovisor al chofer de mi micro. Entonces mi chofer se bajó y con toda tranquilidad le arrancó el retrovisor al otro, llevándoselo consigo. El otro ni siquiera se quejó, lo que me hizo pensar que realmente tienen formas de comunicación y resolución de problemas  muy sabias y ancestrales.
Muy interesante también es observar lo que ocurre cuando el micro pasa por un mercado de abasto. Cantidades ingentes de personas esperan allí su línea, cargadas con sacos y enormes bolsas por donde asoman cebollas, sandías y de todo. Muchas veces sus compras están en una carretilla, que es empujada por un carretillero al que contratan para que les ayude a trasladar la carga y subirlo todo al micro. Entonces, se abren las compuertas- que son manuales y se accionan con una palanquita que tira de un hilo- y antes que te des cuenta el micro está invadido por toda clase de verduras, ocupando gran parte del espacio anterior y obligando a los nuevos pasajeros a realizar peligrosas contorsiones si es que quieren pasar hacia atrás. Y si ya no hay espacio, existe la modalidad de “transporte sin capota”, que consiste en ir colgado como un mono de la barra que está sobre la puerta y sólo con los dedillos de los pies dentro del micro. Es refrescante y no sería una gran pérdida para nadie si te caes en una curva, mientras sigan a salvo los tomates. Además llevar la puerta abierta ventila y hace más llevadero el olor a cebolla.
Como ven, ir por la ciudad en micro es una experiencia divertida  y enriquecedora. He llegado a la conclusión que aunque tuviera dinero, no me compraría un coche.